FEMINISMO DE CLASE VS FEMINISMO LIBERAL


Elena Pérez, militante del PCE San Fernando.

Las dos grandes corrientes ideológicas imperantes en la actualidad (lo que comúnmente denominados las derechas y las izquierdas) y al margen de la peculiaridades y concreciones de los distintos partidos políticos que han nacido al calor de las mismas, proceden a su vez de dos corrientes ideológicas históricas. El liberalismo político y económico en las ideologías de derechas y extrema derecha, que ha desembocado en el capitalismo y el marxismo que ha dado lugar al socialismo y más adelante al comunismo, en las ideologías izquierdas.

Pues bien, uno de los principios fundamentales en los que se sostiene el liberalismo político es la llamada «libertad individual», que defiende que la consecución de los objetivos propios (de cada uno de nosotros) y éxito social y económico se consiguen a través del ejercicio del individualismo, esto es, de la autosuficiencia, el esfuerzo personal (Cultura del esfuerzo) y la preparación de cada uno de nosotros, vaciando de protagonismo a los aspectos socioeconómicos del entorno del individuo y sus carencias, y limitando la intervención del Estado en la consecución de estos objetivos de éxito.

Sin embargo, para el socialismo, la defensa de la intervención del Estado en el bienestar colectivo es la base fundamental que permite a los ciudadanos conseguir esos objetivos de éxito social. Con el fortalecimiento de los servicios públicos se consigue la redistribución de la riqueza de manera más equitativa y acortar en gran medida la brecha que produce la discriminación de un gran sector de la sociedad (las llamadas clases populares).

En las sociedades en las que impera el neoliberalismo (ultracapitalismo) como son los EEUU y los países de la UE, en aplicación de estos principios liberales, la «libertad individual» a la que se referían los ilustrados de la Revolución francesa, se ha convertido en «libertad negativa». (Todos somos libres para ejercer nuestros derechos individuales contenidos en la Constitución, pero no todos podemos hacerlos efectivos por falta de recursos (libertad negativa), sino sólo unos pocos privilegiados).

Esto se contrapone al principio de «libertad positiva» que persigue el socialismo, consistente en que todos los sectores de la sociedad podamos ejercer las libertades individuales, sin restricciones y al margen de nuestra capacidad económica, a través de la intervención del Estado en la economía.

¿Qué tiene esto que ver con el Feminismo? ¿Por qué decimos que la lucha feminista tiene un fuerte contenido ideológico?

Antes de nada, quería puntualizar que en la lucha feminista hay algunas reivindicaciones que sí son transversales, obviamente porque afectan a todas las mujeres (aunque a unas más que a otras) ya que no dependen de la clase social a la que ellas y sus agresores pertenezcan, al color de la piel y demás circunstancias que, en otros ámbitos, causen discriminación. Estas son:

-La lucha común contra las violencias machistas (el maltrato se produce en mujeres burguesas y mujeres obreras)

- La lucha común contra la discriminación salarial

Dicho esto, vamos a abordar los puntos en los que el feminismo que defiende la derecha no coincide con el feminismo de clase. Es por tanto, el feminismo una lucha con una fuerte contenido ideológico? Mi respuesta es SÍ.

Las ideología de derechas (partidos conservadores) concibe el feminismo como la consecución de la igualdad entre hombres y mujeres, pero desde una perspectiva individualista (no colectiva) y de libertad negativa. Es decir, las mujeres de clase alta deben equipararse a los hombres de clase alta (romper los techos de cristal) y a las mujeres de clase obrera no se las contempla, salvo que, consigan por sí mismas subir puestos en la escala social (cultura del esfuerzo). No se concibe la discriminación de género como algo estructural que procede de la ideología y economía dominante (liberalismo político y económico (capitalismo)), sino como algo relacionado con el devenir natural de cada individuo.

Por tanto, desde la perspectiva de las ideologías conservadoras se entiende el feminismo como el derecho las mujeres blancas, de clase alta, con estudios superiores a erradicar la discriminación salarial y los techos de cristal. Sólo tenemos que escuchar los discursos feministas de mujeres como Hilary Clinton o, sin irnos tan lejos, Cristina Cifuentes. Sus luchas persiguen un objetivo definido en la igualdad en el trabajo productivo, pero no perciben como un problema a combatir, el problema de la doble jornada y el trabajo reproductivo y de cuidados y la explotación que soportan las mujeres pertenecientes a las clases populares. Básicamente porque estas mujeres (las burguesas), no se enfrentan en primera persona a estos grandes inconvenientes. Porque vivir con el privilegio de poder tener a una mujer (de clase obrera y normalmente migrante) trabajando (normalmente en condiciones precarias (no siempre) y en la economía sumergida) que las sustituya y las libere de esta carga social que el patriarcado las ha impuesto hace que no perciban como propia esta doble explotación. Pero no sólo no perciben el problema (o sí?). Lo dramático es que no perciben la trascendencia real que el mismo provoca.

Desde esta perspectiva, el feminismo liberal es un feminismo excluyente, porque no tiene en cuenta la problemática que ahora vamos a exponer y que afecta la diversidad de mujeres existentes.

Vamos a posicionarnos ahora en la piel de las mujeres de clase obrera. Antes hemos hablado de doble explotación. Por un lado, explotación en el trabajo productivo, porque suelen tener contratos precarios, a tiempo parcial, sin posibilidades de conciliar, mal remunerados, con horas extras sin cobrar, etc (incluimos aquí el trabajo de cuidados que desarrollan para las mujeres con más estatus económico). Por otro lado, explotación en el trabajo reproductivo porque ellas prácticamente en solitario son las que asumen mayoritariamente todos los trabajos de cuidados, sin posibilidad alguna de delegar en otras mujeres. Esto supone dobles jornadas. Doble presencia. Doble cansancio. Doble tiempo de ocupación que las limita a la hora promocionar en sus trabajos. Doble tiempo que las limita a la hora de disfrutar de su ocio y tiempo libre. En su descanso.

Desde esta perspectiva la percepción del mundo y de la sociedad cambia. Y por eso, desde la ideología basada en el socialismo, nace y se impone el llamado «feminismo de clase», que concibe la lucha por la igualdad dentro del encuadre de la lucha de clases. Uno de sus objetivos es liberar a las mujeres de esa doble explotación. Y por eso, una de sus reivindaciones más importantes es que este trabajo de cuidados se asuma por toda la sociedad. Por hombres y mujeres a partes iguales. Pero también a través de la intervención del Estado, que facilite a través de la financiación pública (es decir, financiados a través de la recaudación tributaria basada en la proporcionalidad en los ingresos tributarias donde aporten más los que más tienen) la asunción por parte de los servicios públicos básicos y gratuitos el trabajo doméstico y de cuidados que las alivien así de esta carga impuesta por el patriarcado. De esta manera, TODAS, ricas y pobres, tengamos las mismas oportunidades. (Por ejemplo, reforzar guarderías públicas, comedores escolares, acogida de menores en vacaciones, Centros de mayores, ayuda domiciliaria, aplicación real de la ley de dependencia, ayuda a mujeres maltratadas, etc)

¿Por qué el feminismo de clase insiste tanto en esta reivindicación (que de ninguna manera contempla el feminismo liberal)?. ¿Por qué la exigencia de que el trabajo de cuidados se declare Bien Social de primer orden? Pues porque este trabajo de cuidados es el que sostiene la sociedad. Es el que sostiene en condiciones de vida digna a las personas dependientes con diversidad funcional. Es que el que proporciona cuidados a nuestros mayores.

Es el que permite que nuestros hijos e hijas acudan a los centros educativos en condiciones óptimas para conseguir sus objetivos. Atendidos, duchados, alimentados, con los deberes hechos. Es que el educa. Es el que logra que podamos acudir en condiciones óptimas a realizar nuestros trabajos en las empresas, en las fábricas. Es el que consigue que podamos rendir y ser productivos. Es el que permite que estas empresas optimicen sus ganancias, sus beneficios, y que obtengan plusvalías (que no se reparten).

Sin este trabajo la sociedad se cae. No se sostendría. Y si se sostiene en la actualidad y lleva sosteniéndose desde siempre, es porque esa carga sólo recae sobre las mismas, tal y como nos ha enseñado el patriarcado, que de la mano del capitalismo, nos mantiene discriminadas y explotadas. Porque ha impuesto una división sexual del trabajo, asignando a las mujeres las tareas más sacrificadas y menos reconocidas, pero imprescindibles para que la sociedad avance. Nos ha educado para asumir estas tareas calladas, silenciadas, sumisas y obedientes. Porque Capital y Patriarcado se complementan y van de la mano. Se retroalimentan y no pueden sostenerse el uno sin el otro.

Además, el feminismo de clase también lucha por la superación de los techos de cristal. Por el fin de la discriminación salarial. Porque es un feminismo que agrupa la lucha de TODAS la mujeres y reconoce su diversidad. Blancas, negras, migrantes, gitanas, trans, lesbianas, heterosexuales. Las que viven en la ciudad. Las que vienen del campo. Las directivas y las empleadas del hogar. Todas. En un concepto nuevo llamado

SORORIDAD

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