EUROPA EN CONDICIONAL



La llegada de una "nueva normalidad" (expresión gubernamental no muy afortunada) conlleva también una "nueva complejidad". El programa de ayudas europeas va a ser un buen ejemplo de ello. En primer lugar hay que consignar un dato fundamental: si no existiese la perspectiva de un ambicioso programa europeo para la recuperación de las economías más dañadas por la epidemia, la discusión pública en este país discurriría hoy por derroteros mucho más dramáticos y ásperos. Sin la perspectiva de un gran acuerdo para la recuperación de los países del Sur, España podría regresar a una situación parecida a la del infausto 1898: una gran depresión colectiva por ausencia de un horizonte viable, un agravamiento súbito de todas las tensiones políticas e institucionales acumuladas durante la pasada crisis económica. Una situación verdaderamente peligrosa.

Afortunadamente para todos, se está perfilando una reacción europea distinta a la que se produjo en 2010-2011 cuando empezaron a aflorar con toda su crudeza las consecuencias de la crisis financiera. Va a haber reacción europea, pero no vamos asistir a una gigantesca obra de caridad. No caerá maná del cielo, ni aparecerán helicópteros lanzando billetes de cincuenta euros sobre las azoteas de los pueblos y ciudades de Italia y España. No volverá Mr. Marshall para detenerse esta vez en el pequeño pueblo castellano de Villar del Río. El programa de 750.000 millones de euros que proponen Alemania y Francia se destinará básicamente a la financiación de programas de modernización de la estructura productiva: digitalización (implantación del 5G), energías renovables, innovación tecnológica para la industria, fomento de las redes ferroviarias transeuropeas (viajeros y mercancías) y fortalecimientos de los sistemas sanitarios. Esta vez no se trata de financiar autovías y polideportivos. El programa pretende dotar a las economías del sur de una mayor fuerza competitiva. En pocas palabras, Alemania ha tomado una decisión de gran calado histórico: socorrer a los países del sur para preservar las cadenas de valor de las grandes empresas europeas (muchas de las cuales son alemanas) y evitar una grave crisis de la Unión Europa, ante el evidentemente alejamiento de algunos países del Este (Hungría y Polonía) de los valores fundacionales de la unidad europea. Si el Sur siguiese la senda del Este, la Unión entraría en jaque en una coyuntura internacional definida por el choque entre Estados Unidos y China. Estamos ante una decisión geopolítica de gran envergadura. Las ayudas serán financiadas con créditos solicitados por la Comisión Europea. Asistiremos por tanto a una primera mutualización de deuda europea.

Se discute poco en España sobre el esfuerzo que el país tendrá que efectuar para estar a la altura. Esta historia no va de polideportivos y autovías, como en los años noventa, ni tampoco de recortes urgentes, como hace una década. Esta historia va de la capacidad de generar proyectos industriales y tecnológicos que superen el examen de Bruselas. El dinero no lo van a regalar. Si discute poco sobre el fondo de la cuestión y se empieza a discutir mucho sobre las "condicionalidades". Cuatro países de pequeño tamaño del norte y del centro de Europa, Holanda, Dinamarca, Finlandia y Austria, se oponen a que el programa europeo tenga una cuantía tan elevada, exigen que la mayorías de los fondos se canalicen a través de créditos y no mediante transferencias a fondo perdido y exigen que vayan acompañados de severas exigencias de "reforma" a los países del sur. (Reforma es el eufemismo que suele utilizarse para referirse al recorte discrecional del gasto público y a la reconsideración del sistema de pensiones, entre otras cuestiones). Esos cuatro países -el grupo de los "frugales" les llama la prensa-, quisieran una respuesta más basada en los principios de austeridad de la anterior crisis económica. Significativamente son países en los que la socialdemocracia tiene peso. Son países que, por su tamaño, no son pivotes geopolíticos. Destilan su interés nacional y lo defienden. La negociación con ellos será dura, como quedó claro en el Consejo Europeo celebrado ayer en Bruselas. Una nueva cumbre europea a mediados de julio deberá tomar una decisión. Alemania, que en breve pasará a ocupar, la presidencia del segundo semestre europeo, tiene prisa. Por tres motivos: su opinión pública está ahora a favor del plan, hay que zanjar el Brexit y se aproximan las elecciones presidenciales norteamericanas, en las que el destino del mundo se volverá a poner en juego. Alemania quiere llegar a las elecciones norteamericanas de noviembre con un enfoque estratégico claro de la Unión Europea.

La discusión europea ha encendido una bombilla en la sede el Partido Popular: si las condiciones europeas son más severas, el gobierno de coalición de izquierdas en España puede saltar por los aires, puesto que Unidas Podemos difícilmente podría asumir una política de recortes y austeridad. Europa se convertiría en la soga de Pedro Sánchez. Esa soga sería más tersa si Nadia Calviño ocupase la presidencia del Eurogrupo (conferencia permanente de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro), puesto que la ministra de Economía del Gobierno de coalición PSOE-UP no podría defender la ortodoxia en Bruselas y la manga ancha en Madrid al mismo tiempo.

Quizá la clave de la cuestión sea entender en qué consistirá la "ortodoxia" europea en los próximos meses. Habrá que prestar atención a las opiniones del Gobierno alemán.

El Partido Popular se está haciendo holandés. Es una señal de sofisticación estratégica después de seis meses de choque frontal y estrategia de la tensión. El debate sobre los presupuestos generales del Estado del 2021 será apasionante.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/politica/20200620/481844476545/enfoque-enric-juliana-analisis-espana.html

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